Hasta que escuché tu voz by Abril Laínez

Hasta que escuché tu voz by Abril Laínez

autor:Abril Laínez [Laínez, Abril]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2022-11-13T00:00:00+00:00


Capítulo 38

Cristina

Nos sentamos a almorzar como lo hubiera hecho una familia normal, pero no lo éramos.

Cuando llegué encontré a Mario hablando con Gabriel sobre unas bodegas vecinas. Me saludaron y continuaron con el mismo tema.

Yo no podía dejar de pensar en lo que me había contado Rosa. No había podido aguantar mi curiosidad y había recurrido a ella para obtener más detalles sobre la pelea que había mencionado Carla. Podría haberle preguntado a Mario, pero si él no había aportado ningún detalle cuando Carla lo había mencionado, era mejor cotillear por otra fuente distinta.

Carla no había exagerado, habían llegado a las manos y Gabriel y Simforosa los habían separado. Lo que no me había aclarado era el contenido de la disputa.

A pesar de que Simforosa había comentado que Pablo no se uniría al almuerzo, apareció de la mano de Carla. Había cambiado de opinión.

Almorzamos en silencio. Mario y yo, intercambiamos alguna mirada y alguna media sonrisa, pero solo cuando había sido estrictamente necesario.

Carla, harta del silencio, decidió animar el ambiente familiar.

—Simfo, la comida está buenísima.

—Se lo trasladaré a la cocinera de su parte.

—¡Ah! ¿No lo has hecho tú?

—Rosa es la cocinera, Carla —⁠le aclaré rápidamente al ver el rostro descompuesto de Simforosa.

—¡Claro! Pues no le digas nada, que ya voy yo a decírselo.

Carla se levantó y salió del salón.

—Joder, Carla, ya se lo dirás… No hace falta que… —⁠protestó Pablo.

—Me encanta la impulsividad de Carla —⁠le interrumpió Mario con la clara intención de molestar a Pablo.

Abrí los ojos y miré a Mario intentando que se callara. Bastante tensión había ya.

Carla volvió poco después algo afectada porque Simforosa le había pedido que no la llamara utilizando la forma abreviada.

—¿Alguien me va a explicar la historia de ese nombre?

—En otro momento, Carla —le dije⁠—. Cuando ella no esté cerca.

—Me gustaría que alguien le hablara de mi nombre, a mí me lo ha pedido varias veces y no he podido atenderla —⁠dijo Simforosa con su habitual simpatía⁠—. No se preocupe por que yo esté cerca.

El gesto de todos los que estábamos allí era de sorpresa. Esa mujer siempre aparecía cuando menos lo esperabas.

Cuando salió del salón Carla y yo nos echamos a reír.

—Carla, Simforosa es de un pequeño pueblo en la provincia de Burgos. En ese pueblo, hace muchos años, a principios del siglo pasado, los habitantes, que estaban todos emparentados de una u otra forma, compartían apellido. Y si a eso le sumas que heredaban el nombre generación tras generación… acabas teniendo un montón de personas con el mismo nombre y apellido.

»Eso les traía algún problema burocrático, e incluso a la hora de recibir el correo porque el cartero se volvía loco. Así que durante unos cuantos años decidieron bautizar a los recién nacidos con nombres de santos, de beatos y de mártires de la iglesia católica. Y a partir de ahí han mantenido la tradición. Son nombres… poco usuales, extraños, incluso algunos suenan fatal.

—¿Por eso se llama así?

—Exacto. —Le dije sorprendida de que no hubiera abierto la boca durante el relato.

—Pobre mujer, por eso está siempre cabreada.



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